Recuerdo estos momentos con mucho miedo y angustia, ya que lo primero que piensas es que el corazón es un órgano vital.
Enseguida nos hablaron de la Asociación de Cardiopatías Congénitas, la AACIC, de forma que, desde el principio, pudimos tener el acompañamiento y la ayuda de Gemma Solsona, la psicóloga y referente de AACIC en Girona.
Fue justo ahora hace diez años que nos avisaron que muy pronto lo operarían. En aquel momento él tenía tres años y medio, y tenía una comunicación interauricular tipo sinus venoso y retorno venoso pulmonar parcial que había que corregir quirúrgicamente. La situación familiar era complicada porque ya teníamos Adrià, con un año y medio, y Judit en camino dentro de mi barriga de seis meses.
Fueron momentos muy duros, pero Gemma nos ayudó mucho con la tarea de como explicar a Arnau lo que le pasaría. Teníamos que propiciar que no tuviera miedo del momento, pero sin mentiras ni subterfugios. Gracias a los cuentos que ella nos dio y a sus consejos, Arnau estaba tranquilo. Le habíamos dicho que iría a un hospital donde le pondrían una tirita en su corazón para que fuera un corazón muy fuerte y valiente. Como si fuera a vivir una aventura.
De hecho, estaba tan tranquilo, que incluso el día antes de la operación el personal médico decía que nunca habían visto un niño de su edad que se dejara hacer todas las pruebas preoperatorias con tanta tranquilidad y sin llorar. Le habíamos generado un espacio de confianza y sabía que estaba en buenas manos.
La entidad también nos ayudó con la gestión de todos los papeles, como el permiso laboral para poder tener cura de él durante la estancia en el hospital y durante su recuperación; con las reuniones en la escuela para explicar cómo se tendría que cuidar Arnau cuando volviera…
Los días antes los recuerdo con nervios para poder tenerlo todo a punto para cuando nos avisaran del día. Aun así, recuerdo momentos mágicos como el día antes de marchar hacia Vall d’Hebron; cuando dije a sus compañeros y compañeras de clase que le operarían y que estarían un tiempo sin él, de golpe, se levantaron y le dieron un abrazo grupal espontáneo. Yo me quedé paralizada y emocionada de la entereza y el aprecio que tenían aquellas personitas de tres años.
Y llegó el momento de la operación. Él continuaba tranquilo, abrazado a su muñeca del traje verde. Para nosotros fue muy duro: horas de espera durante la operación, de minutos que pasan como si fueran horas y de esfuerzos mentales para mantener la tranquilidad en un momento de máxima angustia: saber que están operando tu hijo a corazón abierto. Por suerte, casi seis horas más tarde, el personal médico nos dijo que todo había ido bien.
Quedaba el postoperatorio. En aquellos días me di cuenta de la fragilidad del cuerpo humano, pero, aun así, de la fortaleza humana que lo acompaña. Arnau, a pesar del dolor del postoperatorio y las incomodidades, se mostraba valiente y tenía una fuerza extraordinaria para querer recuperarse. Al cabo de pocas horas de despertarse, ya sonreía y en tres días, ya jugaba, como podía, a los juegos que le habíamos llevado.
Durante la estancia en el hospital y los meses de recuperación, recuerdo también como fue de importante el acompañamiento de AACIC: estaban pendientes de nosotros en todo momento, ayudándonos emocionalmente y también logísticamente con todo el papeleo.
¡Ah! ¡Y los payasos y payasas! ¡Qué maravilla! Fue un momento de aire fresco y diversión y que, de hecho, es el recuerdo que Arnau tiene de su estancia en el hospital. Esto y que vinieron sus primos a verlo, y que en la pared de su habitación había los dibujos que le habían hecho sus compañeros y compañeras de clase. A él se le quedaron solo los buenos recuerdos.
Así que, en pocos meses, Ricard y yo ya teníamos Arnau con un corazón fuerte y valiente, Adrià y Judit, una familia fantástica y maravillosa.
Y ahora ya hace diez años de todo esto y, a pesar de pequeñas secuelas y los controles pertinentes, él está haciendo una vida completamente normal y sin ninguna limitación. Todo queda en el testimonio de una cicatriz en el pecho que luce con orgullo.
Es por todo esto que no me queda más que dar las gracias a todo el mundo que nos ha ayudado y apoyado en todo este camino hasta el día de hoy: al personal médico de cardiopatías congénitas infantiles de Vall d’Hebron y del Trueta, a la Asociación de Cardiopatías Congénitas, a la escuela Nou de Quart (9d4t), a las amistades y, evidentemente, a la familia.
Y gracias a ti, Arnau, para ser como eres, una persona fantástica con un corazón enorme. Gracias para iluminarme la vida con tu sonrisa pegadisa, tu empatía y bondad infinita.
Familia Turón Planella
¿Quieres leer más historias relacionadas con vivir y convivir con una cardiopatía?
Clica aquí y entra en el blog de Historias como la tuya