El nacimiento de un hijo es uno de los momentos más importantes para una persona. Normalmente es un momento de gran ilusión y alegría que marca el inicio de una de las etapas más importantes de la vida y que siempre supone un cambio en nuestra manera de vivir, de relacionarnos y de ver el mundo. Puede considerarse un momento de transición personal, incluso un momento crítico puesto que comporta una serie de cambios en la pareja, principalmente en la mujer y en el resto de la familia.
Así pues, el anuncio de un embrazo supone el inicio de un proceso fundamental que no solo hace referencia a un hecho biológico, sino que tiene un carácter emocional, cultural y social.
El periodo de embarazo es un tiempo destinado a prepararse para esta nueva situación, no es sólo un periodo lleno de cambios físicos en la mujer gestante y en el hijo que llegará, sino que también es un momento que promueve cambios mentales, un momento de pensamientos y emociones intensos.
Durante este periodo se desarrollan lo que se llama habilidades parentales, es decir, toda una serie de aspectos relacionados con el hecho de tomar conciencia de la nueva responsabilidad que supone proteger, guiar y educar el hijo o hija y, a la vez, estimularlo a crecer, a aprender, a asumir retos, en definitiva favorecer su crecimiento como persona. Así pues, en este periodo se ponen las bases de una nueva vida y a la vez de los futuros padres y madres y de la futura familia.
El embarazo es también un periodo en el cual se construyen sueños alrededor de hijo que llega, se mezclan pensamientos, ilusiones y deseos, y con la imaginación se busca este hijo o hija ideal que nos gustaría tener al lado y también se sueña con el padre y la madre que nos gustaría ser. Este hijo imaginado quiere representar todo aquello que nos gustaría tener.
Para las mujeres es un periodo muy especial. Durante los nueve meses que dura el embarazo, las mujeres viven en su cuerpo una serie de cambios físicos, pero también cambios psíquicos que les harán nacer como madres, sentirse madres.
Así pues, representa el tiempo de gestación de una nueva identidad en la mujer, la cual empezará a sentirse “madre”. La mujer puede sentirse muy vulnerable psíquicamente, ya que se mezclan sentimientos ambivalentes, alegrías y esperanzas, deseos y expectativas, pero a la vez pueden aparecer miedos, angustias y desazones sobre cómo será este hijo y si estará bien, si será buena madre, si sabrá afrontar los cambios en la relación de pareja, los cambios en las situaciones laborales, cambios en la vida profesional y, evidentemente, cómo será este futuro hijo, a quién se parecerá, qué hará…
En el hombre, en el padre, también se producen estos cambios, pero de una manera muy diferente. La mujer se va sintiendo “madre” poco a poco a lo largo de todos estos meses. La mujer puede sentir en su cuerpo la llegada de la maternidad, mientras que en el hombre esta transformación en este nuevo rol se produce generalmente poco a poco y acompañando a la mujer en su proceso; será más tarde, cuando tenga su hijo en brazos, que se sentirá padre.
Cuando hay una diagnosis de cardiopatía congénita durante el embarazo, las parejas se encuentran ante una situación inesperada, incierta, que produce un “descalabro” que altera todas las expectativas y las ilusiones puestas en la llegada de este hijo, que se ha ido imaginando y deseando.
El impacto de la diagnosis tiene unos efectos sobre la salud emocional de la madre principalmente, pero también sobre la salud del padre y del resto de la familia y puede alterar también el futuro vínculo que se establecerá con el hijo que llega.
No es nada fácil aceptar la noticia que el hijo tiene una cardiopatía congénita. En estos momentos, muchas ilusiones entorno a este hijo imaginado como a ideal se rompen. El tiempo parece detenerse y todo se vuelve inestable. Es un momento de incertidumbre y dificultades, cargados de angustia y sentimientos de incapacidad ante el hecho de qué hacer o qué sentir.
Es importante entender que en unos primeros momentos pueden incluso sentir que pierden el deseo de tener este hijo. Es necesario ayudarlos a enfrontar la situación, que puedan sentirse padres de nuevo, que puedan aceptar el hijo tal como es, que se sientan capaces de amarlo y ayudarlo.
Las parejas se ven inmersas en una situación desconocida y pueden presentar fuertes sentimientos de vulnerabilidad y tristeza, incluso sentimientos de culpa o responsabilidad ante lo que sucede. Esto también puede tener unas consecuencias físicas: malestar, irritabilidad, dificultades para dormir, inapetencia… hechos que complican el desarrollo del embarazo.
En principio las dudas y los interrogantes giran en torno a una serie de cuestiones: qué le pasa al hijo, si el embarazo llegará a buen puerto o habrá una perdida perinatal, si el hijo podrá vivir una vez nazca, si en este caso deberá estar separado de su madre dentro de la unidad de curas intensivas, con las dificultades que conlleva este hecho en el establecimiento de los primeros vínculos, si deberá ser intervenido quirúrgicamente….
A causa de la diagnosis el proceso de cambio mental en la mujer para “convertirse en madre” puede verse alterado o detenido, a pesar de que los cambios físicos en su cuerpo continúan adelante. Pueden aparecer dudas sobre su capacidad como madre, si sabrá vincularse a su hijo ahora que sabe que puede llegar a perderlo o que no será tal y como había imaginado.
Los hombres, los padres, pueden vivir una doble dificultad porque su sufrimiento pocas veces es reconocido. En estos momentos adoptan el rol de contener y proteger a su mujer y pocas veces pueden expresar el malestar que sienten.
Cuando la diagnosis de la patología es realmente grave e incluso incompatible con la vida, se da la opción de la interrupción médica del embarazo. Los padres deberán tomar una decisión difícil que sólo les pertenece a ellos. No habrá decisiones buenas o malas, correctas o equivocadas, todas ellas tendrán unas repercusiones emocionales importantes y a menudo será necesaria la ayuda profesional que oriente a las parejas a vivir este trance de gran responsabilidad y que genera inevitablemente sentimientos de culpa.
Si el embarazo puede continuar y hay posibilidades de aplicar a este hijo un tratamiento cuando nazca, entonces los futuros padres se preguntarán qué es una cardiopatía congénita y qué repercusiones tiene, qué tratamientos deberá recibir durante su vida, cómo será su futuro…
Así pues, el hecho de afrontar una diagnosis de cardiopatía es un momento delicado. Se necesita tiempo para escuchar y entender lo que está pasando. Por eso es muy importante pedir ayuda en estos momentos.
En los últimos años, la diagnosis prenatal ha experimentado un paso adelante mediante las nuevas tecnologías, las cuales permiten acceder a “ver” el hijo desde los primeros meses de embarazo y, en el caso de detectarse algún problema, prepararse para ello y prepararse para saber cómo actuar. Estos avances en diagnosis prenatal permiten que algunas de las cardiopatías más comunes se puedan detectar durante el embarazo y prever el tratamiento más conveniente a recibir.
Este hecho conlleva que las parejas puedan informarse y prepararse emocionalmente para la llegada del hijo, pero también en cuanto a la organización personal, familiar y laboral, e incluso para poder pedir ayuda psicológica, en caso de necesitarlo.
Aunque esta información previa pueda suponer una ventaja en el momento de afrontar la llegada de la patología y sus consecuencias más inmediatas, como son la hospitalización, la cirugía en los primeros momentos de vida, la desorganización familiar y personal que supone un bache de estas características, también puede llevar a las parejas a una angustia que puede tener efectos en sus relaciones y en el funcionamiento familiar. La pareja necesitará un cierto tiempo para razonar sobre lo que está pasando y también necesitará ser escuchada en su angustia y sufrimiento.
Desde AACIC CorAvant tratamos a menudo parejas a las cuales se ha detectado una cardiopatía congénita en el hijo que están esperando.
Años atrás, cuando nacía un niño con cardiopatía congénita, pocas veces los padres conocían esta patología y debían afrontar esta diagnosis de manera inesperada.
Actualmente, como hemos comentado, los avances en la diagnosis prenatal, que es cada vez más precisa y el pronóstico más acertado, trabajamos más cerca de estos padres y madres atendiendo estos momentos inciertos, favoreciendo la salud emocional de los padres, de la madre especialmente, y orientarlos en el proceso de llegada del hijo, ayudándolos a establecer vínculos que permitan un mejor desarrollo. El hecho de romper el aislamiento, buscar otros padres en situaciones similares, pedir apoyo profesional para afrontar las dificultades que van surgiendo, sentirse escuchado en el sufrimiento, compartir con los demás…Todo ello les permitirá dar salida al malestar y sentimientos negativos sobre este hijo y ayudarlo a crecer tal como es, con todas sus capacidades y todo su potencial. A la vez permitirá a las parejas crecer y sentirse padres y madres capaces de vivir plenamente todo aquello que un hijo aporta a la vida de las personas.