Acabo de leer un artículo del escritor Màrius Serra –buen amigo del AACIC-. Habla de uno de los pioneros de la lingüística, Jesús Tuson (València, 1939 – Barcelona, 2017), con motivo de la organización de unas conferencias sobre su obra científica.
La revista de este año tiene como tema central la investigación; también esta columna. El día de Sant Esteve del pasado año murió Desmond Tutu, arzobispo anglicano de Ciudad del Cabo (Sud África). Tenía 90 años. En los años ochenta ya se planteaba el sacerdocio de las mujeres. Esto ya se merece mi atención.
La imagen de esta página es seguramente la ilustración de arte japonés más popular que existe. Se llama “La gran ola”. Hay quién dice que representa un tsunami. Vemos tres barcas de pesca y, si os fijáis, la espuma de la cresta de la ola se transforma en copos de nieve que caen sobre el inconfundible y armónica figura del monte Fuji. Fuerza. Fragilidad. Armonía.
Me dio un pronto y me comprometí a hablar de los días felices en esta página de la revista de AACIC. Ya lo tenía escrito y lo he desgarrado, para volver a empezar. Y lo haré por el final. Los días felices no tienen que ver con las personas, el lugar o la situación.
El cuerpo habla. Hace unos años estuve tres meses en un centro de meditación en una casa en la montaña. Un bonito lugar. En diversos períodos de esa estancia pasé diez días seguidos sentado en un cojín en el suelo durante más de seis horas al día, repartidas a lo largo de la jornada.
Una tarde de junio, participé en un programa de radio. Se grababa a las cinco y se emitía unos días más tarde, a las diez de la noche. Conocía al presentador y me invitó porque sabía que impartía clases desde hacía más de veinte años a jóvenes de los primeros cursos de universidad.
Me fui a vivir a otra ciudad, y cambié de médico de cabecera para poder tenerlo más cerca y no tener que hacer 60 kilómetros en caso de tener que visitarme. El mismo día del trámite, pedí la primera visita. El médico debe conocerte, debe saber qué cara haces cuando estás bien.