Editorial

el malabarista que habita al cervell

El malabarista que habita al cerebro

Acabo de leer un artículo del escritor Màrius Serra –buen amigo del AACIC-. Habla de uno de los pioneros de la lingüística, Jesús Tuson (València, 1939 – Barcelona, 2017), con motivo de la organización de unas conferencias sobre su obra científica.

Entre los ponentes, Serra menciona la pareja de Tusón, la también lingüista Mila Segarra. Segarra tituló su intervención con la frase del letrero de un taller de tapicería: Se hacen sillas tejidas y se les arregla el culo a las viejas. El culo de las sillas viejas, no de las personas viejas. O, ¡quizás no! ¡Me hice un harto de reír! ¿Os lo imagináis? A Tusón le interesaba la cuestión de la ambigüedad del lenguaje.

El sentido del humor tiene un poder fantástico. En las buenas conferencias encuentras breves chistes, u observaciones inusuales que, lejos de romper el hilo del argumento, nos ayudan a conectar de nuevo. En verano, en una terraza, con amistades, alguien inesperadamente hace un chiste y a continuación estalla una risa general.

No os pasa que llegáis a casa por la noche, os sacáis los zapatos, os ponéis la ropa de estar por casa y, por ejemplo, preparáis algo para cenar. Mientras con una mano cojo el bol para batir dos huevos y hacerme una tortilla cruda por dentro, con la otra abro el cajón de los cubiertos y acerco la silla a la mesa de la cocina con el pie: ¡no paro quieto! Y mientras tanto, pienso a qué hora me tengo que levantar mañana y que la próxima semana tengo que entregar el artículo a AACIC. Dentro de mi cerebro vive un malabarista torpe a quien le gusta hacer cuatro cosas a la vez. Todo el mundo a quien conozco me dice que lo tendría que controlar. Cada cual te da su receta. En algunos casos, la persona que predica la fórmula infalible no se aplica sus consejos.

En la casa donde nací teníamos dos rosales. Hacían cerca de dos metros de altura cada uno. Eran como dos árboles. Hacia abril, alrededor de San Jorge, estallaban las rosas. Al pasar por su lado percibías el olor. ¡Qué instante más agradable! ¡Los olores también tienen poder! ¡Te llenan! Los malos olores tienen el mismo poder. También llenan un instante, de nada más que ¡de mal olor!

Las sensaciones me conectan con el momento: percibir de repente el olor de una rosa fresca, dejarme llevar por el ritmo y la melodía de una música, algunas lecturas que te enganchan y no puedes dejar, también el gusto de una tortilla cruda por dentro. O en la sorpresa de un buen chiste durante una conversación. Incluso el olor de los contenedores de basura llenos a rebosar. El malabarista que habita en mi cerebro se vuelve diestro en sus juegos de manos. Por un momento, todo está bien como está. Los contenedores, pero,…

 

Jaume Piqué i Abadal
Periodista, colaborador de la entidad

 

 

Este artículo forma parte de la Revista 28 de la Asociación de Cardiopatías Congénitas (AACIC) y de la Fundación CorAvant, dedicada a la importancia de vivir el presente.

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