Editorial

“Las peleas de mayores entre hermanos son para las herencias emocionales, no para las herencias materiales.”

Teresa Moratalla, psicóloga

La relación entre los hermanos es una de las preocupaciones más normales de cualquier pareja con hijos, y más aún cuando uno de los hermanos nace con una cardiopatía. El tema puede complicarse. O tal vez se da la situación contraria, una especie de solidaridad. Hemos habado con los hermanos de tres familias (es el tema del Dosier de las páginas centrales del Boletín), pero como ya sabéis, para la Cabecera del Boletín siempre buscamos la opinión sobre el tema de alguien con experiencia e ideas, en este caso, la opinión de una experta: “Sería preocupante que los hermanos no se pelearan. Yo no he conocido ningún caso”, nos ha comentado. “Uno de los índices que valoramos los psicólogos es la complicidad. Cuando se da complicidad entre hermanos, puede parecer que `se matan vivos´, pero la sangre no llega al río. Estos mismos hermanos que `se matan´ en casa, en la escuela actúan como un clan. Se protegen”. Y muchas otras cosas…

Teresa Moratalla colabora con AACIC desde hace años, pertenece al Comité Científico, organismo asesor de nuestra entidad. Queríamos que nos echara una mano, nos diera pistas, algún consejo sobre la manera de acercarnos a los jóvenes para que nos hablaran de una experiencia tan personal como si hay entendimiento entre hermanos. Montse no quiere perder la oportunidad de decir algo: “¿Qué día habéis quedado?” “Ahí estaré. Traeré la mano para hacerle algunas fotos”. Hablamos con Teresa Moratalla.

Hay padres que se quejan que sus hijos se pelean siempre, tal vez demasiado.

Es normal que los hijos se peleen. Es normal e imprescindible. Piensa que los hermanos son los primeros iguales con quien tiene contacto. Los hermanos comparten, pero también compiten, a ver quién gana, y negocian. Con los hermanos se aprende a compartir, a competir y a negociar”.

Así, los hijos únicos…

¡Tranquilos! Los hijos únicos lo aprenden en la escuela, o con otros parientes de la misma edad. Todo conlleva ventajas y desventajas. Está más solo, pero también tiene toda la atención. Y también toda la varga. No es ni mejor ni peor. Además, dos hermanos que se llevan diez años, prácticamente son hijos únicos.

¡Por supuesto!

De todos modos también debo decirte que no es lo mismo pelearse con un amigo de la escuela que con un hermano. Las peleas en familia están condenadas a resolverse. Tu familia es tu familia. Lo es y lo será de por vida. Es nuestro núcleo primario. ¡Aunque esto de la familia haya cambiado mucho! Por ejemplo, ¿qué pasa cuando se junta una pareja con hijos de otras relaciones o parejas anteriores? Esos hijos, ¿llegan a ser como hermanos?

No, nunca puede ser lo mismo, ¿verdad? ¡O sí! Bien, ¿cuál es tu experiencia?

¡Por supuesto! Ya te digo que sí. Sobre todo si los hijos de los dos cónyuges son pequeños. Fíjate, si establecen un vínculo sólido, si la pareja se rompe, los hijos mantienen su relación, continúan viéndose. ¿Cómo deben dejar de verse si han estado jugando juntos desde pequeños? Un chico que conozco habla de su hermano y de su hermano de plástico (¡). Suena extraño esto de plástico, pero él no le da ningún valor negativo. Es un hecho, y en algunos casos se relaciona mejor con el hermano y en otros casos con el hermano de plástico. Así que no estamos hablando de cuestiones de sangre, sino de afectos.

¿Se pelean más los chicos que las chicas?

(Se lo piensa…) Yo diría que los chicos y las chicas se pelean diferente. Las formas de relación entre chicos y chicas suelen ser diferentes. Los chicos vienen a ser más bestias y las chicas más sutiles. Sin embargo, la cosa es más compleja. Por ejemplo, ¿qué sucede cuando se pelean un chico y una chica? Puede darse cualquiera de estas dos formas de pelea.

¿Qué sucede cuando hay más de un hermano?

En definitiva es lo mismo. Es el juego de las alianzas. Cuando son tres, por ejemplo, se alían los mayores contra el pequeño. Se pueden dar todo tipo de alianzas. Si hay más hermanos, el criterio de edad toma importancia. Estamos hablando de hermanos con una diferencia de edad de hasta tres, cuatro años, que es lo más habitual.

A veces cuando observas los niños, cómo juegan, lo que dicen, da la impresión de que son crueles. Teresa no está de acuerdo con ello. “En una situación normal – nos comenta- los niños no son crueles. Lo parecen porque se expresan tal como piensan. Si estás gordo te llaman ´gordo´, y si te enfadas peor para ti, porque te lo repetirán; esto no debe entenderse como una actitud de crueldad intencionada”.Sí, sí, pero…

‘¡No los olvidemos, a los invisibles!´

El niño enfermo es el protagonista casi siempre, y esto es muy pesado. Notar que eres el motivo de conversación y hacer ver que no sucede nada. Sin embargo, hay un papel peor. Justo a tu lado, los invisibles: el hermano, la hermana, los otros hermanos.

Y la pregunta de las familias… ¿Lo estaremos haciendo bien?

¿Ya lo sabes esto, verdad? El hermano que nace después, encuentra lo que encuentra. Es así. No vive una situación de novedad. Ésta no suele ser la situación más problemática. El momento más delicado es cuando se espera un hermano o una hermana y el médico nos comunica que ha nacido con una cardiopatía.

¿Qué actitud nos recomendarías?

Para empezar, serenarse. Buscar asesoramiento si es necesario, que para ello estamos. Después informar al hermano o hermana y que participen del proceso. Que lo presencie, que se sienta parte de ello. A veces dejamos que pase el tiempo, y pienso que así llegamos tarde. Tenemos tendencia a olvidarnos de los  niños. No vale dejar que se ocupen de ellos otros familiares, porque ahora tenemos muchas cosas en la cabeza. No lo olvides. Intégralo lo más pronto posible.

Esto parece delicado.

Mira, tratamos a los hijos como si no pudieran entender las cosas. Les explicamos las cosas a medias. No somos claros. Y los niños entienden las cosas si se les informa bien. Puede entender que su hermano o hermana necesita una atención mayor porque está enfermo y se le debe cuidar si se le explica con un lenguaje que pueda entender. Es evidente que si esto se prolonga mucho en el tiempo, lógicamente se deberán buscar soluciones para que el hermano o hermana no sienta que esto dura mucho.

¡Tú lo has dicho: ‘… si se les informa bien!’.

Yo te diría: tú explica. Ellos ya se plantearan sus preguntas y sus dudas. Los padres quieren proteger los hermanos para que no sufran, y los niños sufren igual.

Entones la situación ideal es que el niño o niña se integre…

… es que el hermano o hermana se integre, comprenda y participe, y para ello debe estar informado.

Entre dos extremos

Una cosa es el ideal y la otra tener de pies en el suelo. Si todo el mundo se saliera tan bien, los psicólogos estarían en crisis. Teresa Moratalla conoce de primera mano los casos más complicados, las situaciones de las que no lo conseguimos tan fácilmente. Le hemos pedido que nos diga, según su experiencia, en qué casos las cosas pueden ir no tan bien.

Veamos. Las cosas pueden ir no tan bien en dos sentidos. Lo repito. Puede pasar que descuidemos al hermano, o que se sienta descuidado, ¡atención! Ello genera ciertos celos, agresividad, hacerse pipi en la cama, alteraciones del hambre o del sueño, un cambio de actitud en la escuela… En estos casos decimos: “es que es celoso”, “es que mira lo que hace…”; nos ponemos en contra del chico o chica, le colgamos el cartel de problema cuando deberíamos hacer justamente lo contrario.

Lo contrario sería… ¿integrarlos demasiado?

Integrarlos en exceso, sí. Este es el caso de chicos que están jugando un papel del todo integrado. Se les otorga un rol, una responsabilidad, de pseudopadres.  Puedes sentirse muy privilegiado, porque formas parte del mundo de los adultos, pero ejercer de padre cuando no te toca tiene sus problemas.  Imagina que has adquirido una serie de funciones, “he comprometido mi vida por mi hermano,» te dices a ti mismo, y en un momento dado, por lo que sea, quieres salir de la situación. ¿Cómo lo haces? ¡Qué sentimiento de culpa! Si  siento rabia me siento culpable. ¿Cómo puedo sentir rabia por un hermano mío que está enfermo! Y no lo puedo expresar, porque dirán que soy un celoso. ¡Quedaría fatal!

Quedas fatal, sí.

En resumen. Integrar, sí. Participar, sí. ¡Hiperresponsabilizar, no! Aunque parezca difícil, no tengo la percepción de que haya un elevado porcentaje de conflictos. Pienso que las familias, a pesar de los momentos complicados, lo gestionan bastante bien. A veces hay mucho fatalismo, pero ls cosas son reversibles…

Me haces pensar que un cierto grado de conflicto es inevitable.

¡Es humano! Los padres dirán: ‘los hemos tratado igual’. ¡Mentira! Es imposible. Puedes amar a todos tus hijos, pero hay uno que te hace más gracia.  Es legítimo. Esto sucede.  Y esto se percibe enseguida. ¡Los niños tienen unas antenas impresionantes! Hay que asumirlo. O cuando los hijos crecen, el camino que ha emprendido uno te gusta más que el del otro. También debe decirse, sin embargo, que cuando hay relaciones de conflicto grave entre hermanos, los padres también están involucrados.

Ahora has cambiado el tono.

Teresa: Sí, ahora estamos hablando de algo más. Hay peleas que generan una espiral creciente con una agresividad fuera de lo normal. Lo que se expresa es rabia contenida que se va acumulando. Cuando estas situaciones ocurren con cierta regularidad es evidente que pasa algo importante. Los niños y niñas no suelen actuar así…

Herencias emocionales

Teresa nos pregunta si tenemos hermanos. Y nos hace una sugerencia. «Mira, una de las cosas más interesantes que puedes hacer de adulto es encontrarte con tus hermanos y hablar de la familia.» Y agregó…

Los problemas de mayores entre hermanos suelen estar relacionados con aspectos mal resueltos en la infancia. ¡Ahora me arriesgaré mucho! «Las peleas de mayores entre hermanos son por las herencias emocionales y no por las herencias de dinero». Claro que hay quien mira por el dinero, pero si no hay conflictos o cosas pendientes es mucho más fácil de entenderse con los hermanos…

¡Lo que nos dice ahora Teresa! ¿Pero no había quedado que no tenían tanta importancia aquellas peleas de niños? Repaso las notas que he tomado. Aquí está, «los hermanos comparten, pero también compiten para ver quién gana y negocian». Ahora lo entiendo. Y estas batallas dejan sus heridas, pero ya lo sabemos, como  «las peleas en la familia están condenadas a solucionarse…».

Antes de irse, Montse pide a Teresa que se coloque al lado de la ventana, en el balcón. Hace una buena tarde de otoño. Mientras se levanta y decide donde ponerse, le pregunta cómo puede conseguir que los jóvenes nos expliquen su experiencia como hermanos.

No es fácil. Debes estar un buen rato. Pregunta cosas cotidianas. Cuando son mayores es más fácil. ¿Cómo lo has vivido? ¿Cómo recuerdas lo que sucedía de pequeño? ¿Qué hablabas con tu hermano al llegar a casa? ¿Qué hace cuando esto sucede? Cuánto más pequeños son los niños,  más concretas deben ser las preguntas.

Al salir del despacho, bajando las escaleras, le comenté a Montse: «Confieso que con tantas experiencias como las que nos explicó Teresa, me da rabia ser hijo único. Lo aviso, en cuanto a mí… ¡más de tres y no hay problema si llegamos a los cinco!». Montse ni tan solo me miró, pero oí como se le escapaba: «No sabes lo que dices…». ¡Malos tiempos para hacer familias numerosas! (Pero seguro dos, ¿de acuerdo?)

El consejo experto

Le pedimos a Teresa un consejo. ¿Cómo hacer las paces después de una pelea? Su respuesta ha sido contundente: «las peleas entre los niños no pueden solucionarlos los padres! Es su territorio».

«Las discusiones son siempre muy similares: ‘porque tú no-sé-qué-de-qué…’, ‘y tú haces esto o aquello…’, ‘ pero es que tú… ‘, ‘es que habíamos quedado… ‘,’ no, es que tú…’. La clave para salir de este círculo es plantearte: ¿qué hago yo para que las cosas sean así? Cuando eres capaz de ponerte en el lugar del otro, las cosas pueden empezar a cambiar. Esto es muy difícil. Puedes empezar tratando de decir las cosas de una manera diferente. Tal vez no es necesario que te obceques en cosas que bien pensado no son tan importantes. Tal vez no es necesario que seas tan estricto con algunas cosas y que lo seas más con otras. La pregunta que tienes que hacerte es: ¿qué puedo hacer yo para que esta situación mejore?

Si los hijos ya son mayores, podemos hacer de mediadores, incluso plantear exigencias para mejorar una situación. Pero cuando son pequeños, los niños se arreglan igual que se desarreglen. Tienen su propio sistema de funcionamiento. Me explico. Se da el caso de que dos hermanos terminan teniendo una pelea importante. Llega un vecino, con quien los dos tienen competencia, y  en ese mismo instante ¡ya no hay pelea! Además, si  intervienes es peor, porque entonces te colocan como juez y este papel es muy difícil cuando todos quieren tener razón. Generalmente termina muy mal. Yo les diría, ‘ ¿verdad que habéis empezado? Pues aquí os quedáis hasta que lo resolváis’.

Lo que está muy bien es enseñar pautas para que no se peleen: que respeten los turnos en el juego, por ejemplo, hacer  que escuchen… pero es muy posible que cuando les digas ‘pide perdón’ y el niño lo hace, está pensando: «¡Pero yo tengo razón!». Recuerdo que yo lo hacía. (¡Y yo…!)

 

 

Jaume Piqué Abadal
Periodista, colaborador de la entidad