Editorial

Vivir con una enfermedad crónica o no vivir

«Una enfermedad crónica, aunque parezca muy fuerte decirlo, tiene ventajas muy importantes que ayudan a vivir una buena vida.» (Fèlix Castillo, psicoterapeuta y coach)

En general, cuando uno no tiene ninguna enfermedad crónica que lo limite, se crea la ilusión que su vida es eterna, que tiene tiempo para todo y que hay decisiones que puede postergar. Pere, no es más que una ilusión. Una enfermedad crónica, aunque parezca muy fuerte decirlo, tiene ventajas muy importantes que ayudan a vivir una buena vida.

En realidad, la vida puede ser considerada como una enfermedad crónica. Porque estamos muriendo desde el día que nacemos. Y si tienes en cuenta esta realidad, puedes empezar a plantearte cómo vivir bien esta vida que se acaba. Entonces, empiezas un proceso que tiene un final y en el cual hay muchas situaciones que no podrás controlar.

El control es un elemento fundamental para vivir una buena vida. Es importante que aprendas a diferenciar aquello que depende de ti directamente y aquello que no depende. Por ejemplo, la irrupción de una enfermedad crónica, o de cualquier otra enfermedad, en tu vida no depende absolutamente o estrictamente de ti.

¿Qué es lo que depende de ti? Lo que depende de ti es tu respuesta. Ante una enfermedad crónica hay dos posturas: puedes pensar que la vida te ha tratado mal y que es una injusticia que tu padezcas esa enfermedad. Esta primera postura te lleva a vivir una vida poco nada atractiva; o, por contra, puedes tomar la opción de aceptar lo que tienes y centrarte solo en lo que depende de ti. Con esta segunda postura lograrás una vida más plena.

Es, precisamente, en este punto donde encaja una de las ideas iniciales: la enfermedad crónica puede tener ventajas a la hora de vivir. Porque las repercusiones de la enfermedad son una alerta constante y cotidiana que nos recuerda: “Céntrate en aquello que es importante”.

Y curiosamente aquello que es importante no es tu enfermedad. Aquello que es realmente importante es lo que los estoicos llamaban las virtudes. Son todas aquellas características positivas que tiene cualquier persona, tenga o no una enfermedad crónica: capacidades, recursos, poder… Pero que en muchos casos no las vemos, no las buscamos, no las promovemos. Tus virtudes son las que deben pivotar en el centro de tu vida.

Tu identidad no debe estar asociada a la enfermedad sino a les virtudes que tú quieras expresar. Solo depende de que tu discurso no se centre siempre en lo que tienes y lo qué te pasa. No se trata de llevar la enfermedad en secreto, pero tampoco de utilizarla siempre como excusa de tu vivir.

Debes empezar a centrarte en todo aquello que te hace fuerte: el coraje, la creatividad, la curiosidad…

Si has vivido en un entorno en el cual el centro de tu identidad ha sido la enfermedad crónica y tus familiares y amigos te tratan desde esta mirada, debes tomar la decisión de romper este tipo de relaciones para, si es necesario, volver a restablecerlas. Si sigues con la misma postura, estarás emitiendo un mensaje erróneo de víctima y dependiente. Y los demás no te sacarán de esta posición. Depende de ti. Esto supone que habrá conflictos y muchas dificultades, que habrá un padre, una madre, un hermano o una hija que querrán protegerte más allá de lo que tu quieres o estás dispuesto. Deberás poner nuevos límites con el fin de crear una nueva relación, cueste lo que cueste. Porque debes centrarte en tus capacidades y fortalezas y no en lo que te hace dependiente. Es un proceso difícil que depende en gran parte de ti y que requiere un esfuerzo y un trabajo muy importantes.

La vida es una enfermedad terminal a largo plazo. Una enfermedad crónica solo hará, en la mayoría de los casos, recortar el plazo, pero el proceso seguirá siendo el mismo.

Una vez sabes lo que depende de ti y cuáles son las virtudes que debes potenciar, verás que la vida empieza a tener más sentido. Empiezas a sentirte en el buen camino y que tu enfermedad es una circunstancia más, no es necesariamente aquello que te define ni retrata tu vida. Llega el momento de decidir qué es lo que quieres hacer de tu vida y cómo quieres hacerlo.

Llegados este punto es importante saber pedir ayuda. Debes saber qué quieres y buscar la persona que realmente necesitas a tu lado. La persona que te pueda proporcionar la ayuda que necesitas. Que sepa acompañarte en la dirección que tú has marcado, que potencie tus recursos y capacidades y que no se centre en tus limitaciones.

Se trata de un aprendizaje. Todos somos capaces de hacerlo, no es cuestión de carácter. Es un trabajo de dentro hacia fuera. Es una manera de situarse en el mundo. Es un trabajo individual. No te fijes ni en el entorno ni en el sistema, fíjate en ti y en tus capacidades.

Vivir es difícil. Tengas o no una enfermedad crónica. Vivir significa sufrir, hacer frente a las dificultades, aunque nuestro entorno socioeconómico quiera hacernos creer lo contrario. Una vida sin dificultades ni sufrimiento, en realidad, no es una buena vida. Es una vida de vaca que se pasa el día en el prado comiendo y digiriendo lentamente. Pero ¿quién quiere una vida de vaca? Una vida sin dificultades ni problemas es muy alienante, algo terrible.