Actualidad y experiencias

«La pintura lo es todo para mí»

Conoce como la pintura ha ayudado a Mª Carmen a tirar adelante en aquellos momentos más difíciles de su vida y lo importante que es para ella.

Después de la última operación estuve cinco años que no levantaba cabeza. Estaba en casa, cuidaba de los míos y ya está, no quería hablar con nadie, no quería ver a nadie ni siquiera me arreglaba, vestía siempre igual: unos leggins negros, un jersey negro, unas botas y un abrigo.

Un buen día mi cardiólogo, el Dr. Guerola, se puso muy serio y me dijo que debía sacudirme el miedo: “¿No hay algo que siempre quisiste hacer y nunca tuviste tiempo?”. Salí de la consulta con la pregunta aun rondándome por la cabeza y, no sé por qué, pero se me ocurrió que quizás pintar…

En una revista del barrio leí que se abría la inscripción para un taller de pintura, lo impartía una estudiante de bellas artes y lo organizaba la Associació de Dones per la Igualtat. Por algo debía empezar y me apunté. Trabajábamos técnicas de dibujo alzado en carboncillo y sanguina. Cada jueves cuando volvía a casa pensaba que aquello no era lo mío. Pero la fuerza de voluntad me obligaba a volver el jueves siguiente, me ponía mis leggins negros, mi jersey negro, mis botas, mi abrigo y cogía el autobús.

Seis meses después, Ana, la profesora, nos dijo: “Vais a pintar un cuadro”. La idea de ponerse frente a un lienzo en blanco me aterró. Tenía claro que no quería nada realista, ni paisajes, ni retratos. Quería pintar formas y colores y Ana me propuso estudiar los cubistas.

Empecé por Joan Gris y fui entrando en el maravilloso mundo del cubismo. Finalmente me decidí por un cuadro de Kasimir Malévitch, “El leñador”. Sus colores cálidos me llamaron la atención. Empecé a pintar y me gustaba, cada jueves subía al autobús con mi lienzo a medio hacer y el caballete. Era un esfuerzo, pero valía la pena. En uno de esos viajes, estaba yo junto a la puerta y se abrieron las puertas del autobús. Abajo había un chico que se quedó admirado con el lienzo: “¿lo ha pintado usted? ¡Caramba, qué maravilla de colores!”. Se cerraron las puertas, él se quedó en la calle y yo dentro del autobús me sentí la mujer más feliz del mundo.

La pintura lo es todo para mí, es el reflejo de mi alma y mi corazón. Desde entonces he tenido momentos más productivos y otros menos según me iba sintiendo. Ahora estoy en un momento de cambio. Me parece que voy a sumergirme en el paisajismo y el retrato. Ya sé de alguien que puede ayudarme.

 

Mª Carmen Rodríguez