Actualidad y experiencias

La incertidumbre del futuro

El coronavirus y el confinamiento nos han trastocado y cambiado la vida y nuestra rutina diaria y, también, de manera drástica, la manera de relacionarnos con nuestros familiares, amistades, los compañeros de trabajo… Con el confinamiento hemos tenido que reducir, o bien suprimir, nuestra vida social.

A pesar de que estarme en casa tantas horas no me ha costado mucho, he echado mucho en falta poder abrazar a mis sobrinos y a mis amigas. La falta de contacto físico con los que quiero me ha hecho sentir cierta soledad, sentimiento que siempre intentamos rehuir. Aun así, el silencio ambiental, la calma y la desaceleración de nuestro ritmo de vida me han brindado una magnífica oportunidad para hacer introspección

Por otro lado, la avalancha de información sobre el maldito virus, la curva creciente de infectados y las consecuencias que comporta la infección me han despertado unos «agrios» recuerdos de hospital y, a veces, la muerte es un pensamiento que inevitablemente ha pasado por mi cabeza. Las imágenes de muchos medios de comunicación en las cuales se veían las ciudades vacías de vida han estado sobrecogedoras, pero también han mostrado hasta qué punto tendríamos que replantearnos nuestra manera de vivir y nuestra manera de relacionarnos con la natura y con el mundo que nos rodea. Queremos vivir en un mundo globalizado, pero la globalización también comporta ciertos riesgos: los virus también se hacen globales. Si cuando nos confinamos durante un tiempo, la natura tiene la oportunidad de lucir en todo su esplendor es que hay algo que no estamos haciendo bien.

Seguramente la mayoría de nosotros siempre hemos apreciado y valorado el trabajo y la dedicación del personal médico, pero parece que la epidemia ha hecho que todo el mundo se dé cuenta de la magnífica tarea y del servicio de todo este personal; al mismo tiempo, también, se ha puesto de relevo la falta de medios y de recursos que necesita y demanda desde hace tiempo nuestra sanidad, y esto no tendría que volver a pasar. Quienes toman grandes decisiones y nos gobiernan tendrían que ser conscientes, más que nunca, que la salud y la educación son pilares fundamentales para avanzar como sociedad. La epidemia ha derivado en una crisis sanitaria, social y económica, y la gran red de entidades sociales y de voluntariado han intentado garantizar cierta cohesión social. El virus no distingue personas, pero no todas estamos en iguales condiciones para hacerle frente. El confinamiento ha estado especialmente duro para las personas más vulnerables, tanto en el ámbito de la salud como en el social y el económico, y esto no es aceptable en una sociedad avanzada y con pretensiones de ser igualitaria.

Todos sabemos que en la vida no todo son «flores y violas», la adversidad es algo con que tenemos que convivir y hay que asumirla de la mejor manera posible. Este virus ha venido para quedarse durante un tiempo y la incertidumbre se hace más patente que nunca. La resiliencia y nuestra capacidad de adaptación pueden ser nuestras mejores herramientas.

Grisela Fillat
Presidenta de la Fundación CorAvant