El otro día, las enfermeras que te vacunaron, te felicitaban y te aplaudían por haber sido tan valiente, y tú, con aquella sonrisa socarrona te levantabas la camiseta y señalabas tu cremallera.
Aquella cicatriz que, después de 7 años, se va haciendo más tenue, pero que cada 27 de mayo nos remueve y nos recuerda que la vida es finita y que el tiempo es una joya poco valorada.
Los años nos han enseñado a ser pacientes, a trabajar mucho sin exigir demasiado y a compartir, compartir mucho.
Una vez más, hoy estamos aquí, haciendo tribu, abrazando nuevos compañeros de viaje y queriendo cada reto que seguro que nos conducirá allá donde tú decidas ir.
Gracias por compartir camino.
Maria Bonich
¿Quieres leer más historias relacionadas con vivir y convivir con una cardiopatía?