Editorial

Noia mirant-te al mirall. Autoestima

«Ama tu caos, ama tu diferencia, es el soplo básico para seguir siendo fiel a ti en esta vida»

Albert Espinosa es escritor, director, actor y guionista de cine, teatro y televisión, y es el autor de esta reflexión, extraída de su libro ‘Estaba preparado para todo menos para ti’.

En todas sus producciones –Héroes, Planta 4ª, No me pidas que te beso porqué te besaré, Va a ser que nadie se perfecto, la serie de televisión Pulseras Rojas o los libros: El mundo amarillo, Si tú me dices ven lo dejo todo… pero dime ven o Los secretos que jamás te contaron– nos invita a reflexionar sobre la importancia de vivir el presente y de la actitud que adoptamos ante la enfermedad.

Tómate tu tiempo, lee estos cuatro soplos emocionales que hemos seleccionado, ¡y reflexiona!

Ama tu caos. Ama tu diferencia, tus particularidades, aquello que te hace único.

A menudo, sobre todo en las etapas de la adolescencia y la juventud, es difícil aceptar que tienes una cardiopatía y te comparas con el resto de amigas y amigos que tienen salud. No tiene sentido hacer pensar al adolescente o joven que lo mejor que tiene es su enfermedad, pero sí en el proceso de aceptación, de potenciar aquello que les ha aportado o enseñado, porque, sin duda, es un aprendizaje que les hace diferentes del resto. No solo por el hecho que tienen una cicatriz, sino también por las vivencias que esta les ha dado; y esto puede ser muy positivo.

El miedo se va cuando tienes la información oportuna. Las dudas no resueltas se convierten en los miedos no aceptados. Si resuelves tus dudas, tus miedos no existirán.

El miedo se convierte en nuestro peor enemigo, nos paraliza y nos hace tener creencias erróneas. Ante el miedo, habla, pregunta, manifiéstalo, ponle nombre y apellido. Así dejará de ser miedo y pasará a ser una sensación, que es mucho más adaptativa.

Y que mejor que resolver todas tus dudas con personas que han vivido las mismas experiencias que tú o que llevan años trabajando.

Los que sufren, aquellos que han tenido que afrontar el miedo y una enorme tristeza, cuando hacen el giro, cuando entienden que no es tan importando lo que pasa, sino como lo afrontas, es entonces cuando se convierten en inteligencias emocionales supremas.

Cuando conoces el verdadero sufrimiento y lo vives conscientemente, le pierdes el miedo. Dejas de tener miedo a sufrir, porque sabes que lo podrás soportar, y esto te da una gran tranquilidad emocional para afrontar la vida, venga lo que venga, sin rechazar nada.

Me gusta la palabra «salvaheridas». Ya sé que no existe, me la inventé un día porque a veces no necesitas que te salven la vida, pero sí que te curen la herida.

Hablamos mucho de curar heridas, de tener cuidado, de cómo tratarlas, qué cremas o bálsamos tenemos que utilizar, sobre todo cuando al niño o a la niña le dan el alta médica.

Detrás de una cicatriz, sea la que sea, siempre habrá otra cicatriz que no se ve, no se toca, o no se tiene presente. Esta es la cicatriz del alma. No solo la del niño, sino también la de la madre, el padre, el hermano, la hermana, la abuela, el abuelo…

Cuidemos las heridas, sí, pero todas. Reconozcamos que no solo hay una cicatriz en el corazón, sino que también está en el alma, y ésta tiene que ser salvada y curada igual que la otra; y ,quizás, incluso más.

 

Este artículo forma parte de la Revista 28 de la Asociación de Cardiopatías Congénitas (AACIC) y de la Fundación CorAvant, dedicada a la importancia de vivir el presente.

Lee la Revista 28