Actualidad y experiencias

“¡Un donante son muchas vidas!”

Compartimos con vosotros una carta llena de fuerza y esperanza que Judith nos mandó hace unos años y la publicamos en el Boletín 17 de AACIC CorAvant.

Para tener treinta años hemos pasado demasiadas ex¬periencias tristes en nuestras vidas. Después de tres años de casados, nacía nuestra primera hija, Edurne, una niña preciosa a la que después de las revisiones, le detectaron una cardiopatía que nos dijeron que era leve, y que se fue complicando a medida que iba cre¬ciendo, hasta tal punto que la tuvimos que operar y pasó casi tres meses en la UCIP de Sant Joan de Déu.

Leímos muchísimo sobre cardiopatías, hablábamos mil veces con su cardiólogo, quisimos contactar con todo tipo de profesionales para que nos hablaran del tras¬plante de corazón, que era su única solución, pero el día que íbamos al Hospital Vall d’Hebron para pedir conse¬jo, un nueve de junio, ella falleció, no quiso luchar más, y con tan solo un añito recién cumplido, se fue para convertirse en ángel y dejó a sus padres y a su familia con una gran tristeza.

Ahora son nuestros corazones los que están enfermos por su ausencia. Siento que la vida nos ha quitado a lo que más queremos, que es a un hijo, y no sé cómo tuve las fuerzas para decidir que yo necesitaba ser madre, volver a tener un hijo en brazos y darle todo el amor que no le pude dar a Edurne, así que después de hablar con los médicos, me quedé otra vez embarazada. Nunca pensé que me quedaría tan rápido, pues tan sólo hacía un mes que estaba pasando el luto de mi hija, pero sa¬bía que sería de gran ayuda para nosotros volver a sentir la risa de un niño en casa; fue un embarazo difícil pues como ya he dicho, hacía muy poquito que mi niña se ha¬bía ido y ese dolor tan grande que sientes y ese vacío no lo podía reemplazar con otro bebé, pero decidimos volver a formar una familia. Me levantaba cada día muy triste pero me tocaba mi barriga y sentía que debía volver a levantarme, a arreglarme, a salir a la calle, a enfren¬tarme a la gente cuando te preguntaba “Otro? Ya tienes dos, no? Edurne falleció…” Es muy difícil, lo pasas fatal, pero mi pensamiento era, “cuanto antes te enfrentes a la situación, mejor, la gente ya no te preguntará más”. Después de unos duros nueve meses incluyendo Navi¬dad, nació Íria, nuestra segunda hija, nuestra sorpresa fue cuando se la llevaron a la UCIP de neonatos, no nos lo podíamos creer, las cosas se volvían a complicar. Tras una eco-cardio, detectaron que tenía la misma enferme¬dad que su hermana, en el embarazo no se había visto nada porque la malformación de esta cardiopatía se de¬sarrollaba a medida que la niña se iba haciendo grande, otra vez volvimos a escuchar cardiomiopatía hipertrófica obstructiva, el mundo se nos vino abajo.

Con mucho valor, nos la pudimos llevar a casa, cada semana o cada quince días la llevábamos a control has¬ta que a los cuatro meses se puso muy malita y tuvimos que volver al Hospital Sant Joan de Déu e ingresarla en la UCIP. Fue muy duro volver otra vez a aquella sala tan sólo un año después de la muerte de nuestra hija, pero Íria no tenía tiempo para dudas y después de hablar con los médicos, decidimos trasladarla al Hospital Vall d’Hebron para esperar un corazón que le diera la vida, pero no sólo a ella, también a nosotros. Tuvimos mu¬cha suerte, no era lo más frecuente, que tan sólo quince días más tarde, aunque parecieron quince meses, gra¬cias a unos padres que fueron muy generosos, llegó el corazón para nuestra niña, fue un postoperatorio duro y muy complicado, pues era muy pequeña, pero después de 4 meses por fin nos daban el alta y nos podíamos ir a casa.

Bajo nuestra experiencia, tener una niña de ahora 17 meses con un trasplante de corazón nos ha vuelto a cambiar la vida, yo decidí dejar de trabajar para estar dedicada a ella porque tiene muchos controles, porque está baja de defensas y lo coge todo, por lo cual este primer año del trasplante no la puedo llevar a la guar¬dería, porque me necesita y yo a ella. Es difícil, pero tan solo escuchar su risa por las mañanas, el cómo llama a su padre o a sus abuelos, el ver como progresa, me da la fuerza para seguir cada día. No ha reemplazado a Edurne porque ella era única, pero Íria se ha convertido en el motor de nuestras vidas, en un ejemplo de lucha, y si ella ha luchado tanto por vivir ¿por qué vamos a tirar la toalla? Ahora vamos cada semana a rehabilitación, antes no se sentaba, no daba pasitos y ahora ya veo levantar sus pies del suelo, veo su progreso, la veo feliz, veo a mi familia más feliz.

El motivo de esta carta es que queremos mandar toda nuestra fuerza a los padres que están pasando por esta situación tan complicada, da igual si están en la UCIP, en planta o en casa; estos niños son ejemplo para to¬dos nosotros, para los padres, para la familia, hemos de luchar por mucho que se nos compliquen las cosas, hemos de estar ahí a su lado por ellos y para ellos.

Quiero dar mil gracias a toda la gente que nos apoyó, a nuestras familias que siempre han estado a nuestro lado, a las familias con las que tenemos amistad de ambos hospitales, nuestras largas charlas compar¬tiendo experiencias fueron de gran ayuda cuando te sientes tan solo en aquellas salas de espera, gracias sobre todo a los padres que tuvieron la generosidad de donar los órganos después de fallecer su hijo, no sólo le dieron la vida a Íria seguro que más padres están igual de agradecidos porque les dieron la vida a sus hijos, y a ellos.

Gracias a todo el equipo de profesionales que nos han ayudado todo este tiempo, al Hospital Sant Joan de Déu, cuando estuvo ingresada Edurne y mil gra¬cias al Hospital Vall d´Hebron, que hicieron posible el trasplante y gracias a ellos, hoy volvemos a sonreír.

 

Judit Fernández