Mi historia empieza hace bastantes años sin yo saberlo. Tengo 34 años y llevo 20 de ellos buscando la energía justa para pasar el día. Me han tachado de vago muchas veces hasta llegar a creérmelo. El día a día se me hacía pesado. Tuve que renunciar a muchas cosas por miedo a acabar cansado y no poder cumplir con mis obligaciones, tales como ir a trabajar o pasar el tiempo con mi pareja o amigos. Todo lo asociaba a mis problemas de espalda y a que había perdido la forma física… ¿Realmente me había apalancado y era un vago?
Hace un año fui al médico por una gripe. Mi médica me ausculto el pecho y sintió como un buf. Me derivaron al cardiólogo para hacer unas pruebas de rutina y descartar cualquier complicación. En el electro todo parecía normal. La ecografía me dejo planchado… Tenía insuficiencia mitral grave con rotura de cuerdas y me tenía que operar en pocos meses. Se ve que desde pequeño mi válvula mitral ha ido acumulando pliegues hasta hacerse muy gruesa y no aguantar más.
Mi primera reacción, como es normal, fue miedo, seguido de angustia y depresión por el hecho de sentirme roto. Lo bueno es que solo me duro unos días. Luego me vino una sensación de alivio al saber que no era esa persona vaga e inútil que tanto temía ser. Por fin podría poner solución a la fatiga y llevar una vida normal.
El 13 de setiembre fue el día clave. Era una intervención sencilla con un corte en el lado derecho donde accederían a reparar mi válvula mitral. No fue así… Mi válvula mitral estaba muy pegada a la aorta y mientras la reparaban desgarraron la válvula aorta. Me tuvieron que intervenir esa misma noche de urgencia a corazón abierto para substituir la válvula desgarrada. Para más complicación pille neumonía, el hígado fallo, luego los riñones, todo caía como las fichas del domino…
Por suerte estaba durmiendo y no sufrí nada. Los que sufrieron fueron mis seres queridos al verme en esa situación y no poder hacer nada. Yo vivo en Banyoles y la operación fue en Badalona. Imaginaos que paliza día a día subir y bajar para verme así.
Al despertar me pareció un instante. Estaba descolocado y no sabía qué día era. Me explicaron con calma y a cuentagotas lo que había pasado y apenas reaccioné. No sé si era cosa de los medicamentos, pero me daba igual. Estaba despierto y ya había pasado mí mayor miedo, ahora tocaba recuperarse.
Estuve unas 3 semanas en intensivos hasta que por fin me subieron a semi críticos. Había perdido 10kg y la cosa se complicaba. Debido a la intervención de urgencia y a la intubación, me seccionaron el nervio recurrente provocando una parálisis de la cuerda vocal izquierda. Sufría afasia y no podía tragar nada sin que todo fuese a los pulmones. Me sacaron 1 litro y medio de líquido en vivo. (Fue lo que más me dolió).
Para más inri, empezó el conflicto en Catalunya y ahora que estaba consciente y necesitaba a mi familia a mi lado, todo se complicaba con los cortes de carreteras y transportes públicos. Apenas podía hablar, me sentía solo cuando no tenía a nadie de visita y sin poder hablar, todo era insufrible ya que no me podía relacionar con nadie.
Doy muchas gracias a mis padres, hermanas y sobretodo a mi pareja por todo el esfuerzo para intentar estar cada día a mi lado. Enserio ¡gracias de corazón!
Por fin me pasaron a planta y yo me sentía con ganas de salir y comerme el mundo (sin atragantarme). La afasia no mejoraba, me costaba mucho comer hasta tal punto que tenía miedo a las horas de comida. Después de atragantarme varias veces, vomitar encima de mi hermana y varios tacs para ver que no tenía liquido en los pulmones, empecé a tragar algo de sólido. Mi dieta eran gelatinas y los batidos de proteínas.
Hubo un día clave donde todo cambio. Me puse con la «pipa» a inhalar mientras escuchaba mi música. Llegue a tal punto de relajación que limpie mis pulmones y me quede como nuevo. Para mí, la música es mi vida y sinceramente me ayudó. Los médicos alucinaron como de un día para a otro había recuperado tanto.
Cansado de estar allí decidí que era hora de largarme. Empecé a caminar cuando aún no daban crédito de que pudiera sostenerme en pie. Cada día me recorría los pasillos con ganas de salir de allí, pero la desnutrición y las infecciones me retenían contra mi voluntad.
Por fin llego el día. Un mes después, me daban el alta y me subían en una ambulancia camino a casa. En mi vida había sido tan feliz de volver al mundo. Los médicos me dijeron que estaba vivo porque quería vivir. La recuperación es algo psicológico. Uno se recupera si realmente tiene ganas y voluntad para hacerlo.
Aquí estoy hoy, disfrutando de aquello que me había sido privado. Voy en bici, a correr, subo montañas y cada día me siento con más ganas de comerme el mundo. Aún tengo secuelas de no hacer cosas por miedo a cansarme, pero una vez me pongo a ello, es pan comido 😉
A todos aquellos que tengáis miedo o dudas os digo que, después de todo lo que he pasado, volvería a repetir con tal de tener la energía y vitalidad que tengo ahora.
¡Un abrazo y ¡ánimos a todos!
Dani Gonzalez Gonzalez
Y tú, ¿tienes ganas de contarnos tu historia?
http://www.aacic.org/es/queremos-conocer-tu-historia/