Mi hijo Carles nace en 1990, prematuro, con 1.600 grs. de peso en Tortosa. A las pocas horas de nacer se le detecta una falta de oxigenación en la sangre, y al no poder saber cuál era el origen lo trasladaron de urgencias en Sant Joan de Déu, en Barcelona, y le diagnosticaron una TGA, cardiopatía congénita.
Cuando tenía 6 meses le operaron mediante la técnica de Senning, operación paliativa y a los 14 años se le intenta realizar con nuevas técnicas un doble swift, sin éxito.
Durante esta época, empieza a ver en la televisión un hombre que le hacía reír y en el que veía en él una persona feliz con el trabajo que llevaba a cabo: Karlos Arguiñano. Nos dijo que quería ser como este señor: alegre, feliz, estudiar cocina y ser un cocinero agradable, social, y dar placer a través de la comida.
En una reunión con AACIC que nos asesoraba en salidas profesionales para jóvenes, planteamos que Carles quería ser cocinero. Teníamos dudas por el esfuerzo que se requiere, el calor de las cocinas, las horas que hay que estar de pie, etc.
Tenía habilidades manuales y, sobretodo, era su pasión: el día 4 de marzo de 2014 comenzó en el Celler de Can Roca. El último año ha estado haciendo una estancia en el Arzak de Donostia, previamente a unas prácticas en el Abac de Barcelona y el Train Bleu de París, entre otros. Estudió FP Restauración en el CETT de Barcelona y en la escuela Hoffman de cocina. Aspira a abrir un restaurante pequeño en su pueblo, Tivenys, con cocina de proximidad, mediterránea, sin sofisticaciones: sólo quiere ser feliz.
Somos socios de AACIC desde su fundación.
Robert Griñó Simó