Editorial

«Si son las doce de la noche y no has reído en todo el día, ¡hazlo!»

Conversamos con Katti García, terapeuta de la risa

“Competimos entre nosotros para ver quién está peor. Lo puedes comprobar en la sala de espera de un ambulatorio «, nos dice Katti García. ¡A los cincuenta años, esta diseñadora textil chilena, restauradora, representante de modelos y empresaria decidió dejarlo todo para… reír! Cree que la risa es la mejor terapia de crecimiento personal que existe. Hace talleres de risoterapia por toda España y enseña todo lo que sabe a quién se apunta a sus cursos. Nos cuenta que sólo el año pasado novecientos médicos participaron en alguno de sus talleres, y es que «la risa es la mejor medicina, y es gratis». En el Encuentro de AACIC CorAvant 2010 pudimos probar la medicina de esta maestra de la risa para sacar nuestro buen humor de «el último cajón del armario».

La causa, no la consecuencia

Katti explica que de pequeña hacía que caía, que tropezaba, cuando pasaba delante de la cama de su madre enferma para que estallara en una risa o para que sonriera. Con cincuenta años decidió recuperar aquel espíritu de niñez. «Fui a la universidad. Hice dos masters de psicología de grupos con María Palacín, teatro, un curso de payasa, cursos de programación neurolingüística; hice de todo, todo lo que tiene que ver con el crecimiento personal. También hice un curso de yoga de la risa con Madame Catària; ¡y con todo esto hice una buena ensalada! «. Así nació Risaluz (www.risaluz.com). «Ahora hago mis propios cursos y talleres de risoterapia y me va bien». Se engaña quien piensa que ríe porque le van bien las cosas. Risa es la causa, no la consecuencia. «Si quieres estar bien, saca el humor del último cajón del armario y ríe», nos recomienda.

Le tengo que decir que me cuesta reír…

Si te cuesta reír es que no estás bien contigo mismo. Te irá bien reír. Abre la mente y el corazón. Vamos dos años al psicólogo, de allí al psiquiatra, y no avanzamos. Todo esto está bien, pero a la mente le tienes que dar una ayuda física. Cuando nos abrazamos, aunque lo hacemos nosotros mismos, segregamos dopamina. Y si te abraza alguien, aún mejor. Es buenísimo. Con una actitud amorosa te estás cuidando.

¿Si hago un taller de terapia de la risa, acabaré riendo?

Ya verás que sí, pero no se debe reír a la fuerza. Lo primero que digo siempre es que no hay que reír. Hay quien ríe, quien se enfada y quien llora como hacía años que no lloraba. Debes respetar la tristeza de otros. A veces hay que llorar para poder empezar a reír. Si no vacías la tristeza, sale una risa fingida, y la risa debe ser natural.

¿Cómo se consigue una risa natural?

Practicando. La risa se practica, se debe cuidar y alimentar. Somos animales de costumbres. Da igual como rías. Un señor me decía que no le gustaba su risa. Reía hacia dentro, como un cerdito. Los recién nacidos nunca ríen hacia fuera, siempre lo hacen hacia adentro. Se lo quedan para ellos. No pierden la energía. ¡Qué bien! Lo importante es reírse.

Voy tomando nota, de acuerdo…

A mí me dicen: «¡Me gustaría ser animada como tú!» Puedes serlo cuando quieras. Tú y yo estamos hechos de lo mismo. Tengo alumnos que dicen: «Espero que llegue el lunes para venir a reír». Yo les pregunto: «¿Y tienes que venir aquí y pagar por reír?» Si son las doce de la noche y no has reído en todo el día, ¡hazlo! Bien que comemos y vamos al baño. ¿Sabes qué pasa…?

Diga.

… que tenemos el humor en el último cajón del armario. No cambiamos, o no queremos cambiar, porque pensamos que es difícil, que hay que cambiarlo todo antes de que cambiar nosotros, y es al revés. Cuando tú cambias, tu entorno cambia.

Las familias de AACIC CorAvant no siempre han tenido ganas de reír.

Lo sé muy bien. Conozco la angustia de estas familias. He hecho talleres para grupos de duelo, de padres que han perdido un hijo. También he hecho para una asociación de personas con déficits del sistema inmunológico y para personas que padecen fibromialgia. Hay quien juega a cartas o al ajedrez para distraerse, pero son juegos mentales. El mejor juego es compartir, tocar. Esto es lo que hago con la gente. Y no sólo con personas enfermas. ¿Y sabes qué? En todos los grupos la gente se lo pasó bien. Terminaron riendo de verdad.

He sido testigo en el Encuentro del año pasado.

¿Fuiste allí? El sufrimiento nos encoge el corazón, ¿sabes? Lo tenemos que relajar. Un disgusto hace mucho daño. Te paraliza. Te enfadas porque no aceptas. Si el enfado, el miedo y la ira se visualizaran, si las pudiéramos ver como una nube gris a nuestro alrededor, nos estremeceríamos. Nos sacudiríamos aquella nube de encima, pero no lo vemos.

¿Cómo puedo sacudir esta nube negra?

Todo lo que decimos pasa por el cerebro y por todas las células del cuerpo. Podemos resolver muchos conflictos memorizando las emociones de otra manera. Si alguien, una hermana, por ejemplo, te ha herido, escribe una carta. Hazlo con rabia. Escribe con fuerza todo lo que pienses. Al día siguiente escribe otra carta. Seguramente no necesitarás escribir tan fuerte. Y en la tercera carta, el disgusto será más pequeño. Debemos aprender de los niños. Los niños se pelean jugando. Pasan dos minutos y ya no recuerdan por qué estaban enojados. No pierden la energía. Cuando nos enfadamos es que no aceptamos.

Tengo la sensación de que a veces hago cosas que no me apetecen.

¿Y las haces?

Es que…

Tienes que saber decir que no. Debería haber hecho, no debería haber dicho… Tenemos que ser más naturales. Decir que no es importante. Con el servilismo lo que hacemos es comprar la estimación.

¿Y cómo podemos saber en qué momento debemos decir que no?

Te lo dice el estómago. Te pones las manos en el estómago. Si tú no quieres algo, el estómago se pone duro. Si te viene de gusto, dice que sí, el estómago se relaja.

He oído que hay tipos de risa diferentes, y que cada risa tiene un efecto en el cuerpo.

Sí, sabemos que con cada vocal vibra una parte del cuerpo. La glándula tiroides vibra cuando reímos con la «y», y no lo hace si reímos con la «a». Pero no te preocupes. Ahora reír así porque…

La risa debe ser natural, ya me lo he aprendido.

Bien hecho. Lo mejor es una buena carcajada. Con una carcajada sonada se movilizan más de cuatrocientos músculos del cuerpo. Esto es lo que hago en los talleres. Hacer cosas para que nos dejemos ir y conseguiremos reír con ganas.

Esta tarde tienes una conferencia. ¿Qué dirás?

Les diré que abracen. Y cuando todo el mundo esté a punto de abrazarse les diré: «Eh, pero nada de abrazarse con quien tiene al lado», que será la persona que ya conocen, alguien de confianza, ¿verdad? «Deben abrazar a quien tiene delante». Y aquí empieza el lío. Vas dejando las mochilas que cargas a diario en la espalda y empiezan a pasar cosas…

¿Cosas?

Que la gente empieza a reír…

Ah, ¡claro! (Ahora pienso en la cara de Marta, una niña de ocho años, el día que Katti hizo un taller en el Encuentro de AACIC CorAvant. Encontrareis la historia en los Extras del Boletín 17 en la web de AACIC) .

En www.risaluz.com -la web de Katti García- veréis algunas acciones increíbles en lugares públicos de esta maestra de la risa. ¡No se pierdan lo que hizo Katti en un aeropuerto de Holanda en el que los vuelos iban con retraso!

En el ambulatorio

Si vas a un ambulatorio verás que competimos para ver quién está peor. Es aquello de «¡y a mí más, todavía!». Si alguien comenta que le duele aquí, inmediatamente salta alguien y dice: «Pues a mí aquí y allá». Y la otra inmediatamente dice, «Pues a mí más…”. Una vez pregunté a una de estas personas, qué es lo que le dolía, y me dijo:
– Ay, hija! A mí me duele todo.
– ¿Todo? ¡No! -le respondió-. ¿Qué le duelen los dientes?
– Los dientes no, porque llevo dentadura postiza.
– ¡Lo ve, mujer, como no le duele todo! ¡Los dientes postizos no le hacen daño!