Editorial

«No me había imaginado nunca que, como asociación, llegáramos donde hemos llegado»

Una conversación con Densi, de Centelles

Eran cerca de las doce. Habíamos estado más de una hora sentados oyendo el resumen de la memoria anual que debía aprobar la asamblea de socios: datos, datos y más datos. Próximo punto del orden del día: turno abierto de palabras. De las filas centrales, alguien levanta la mano. «Tiene la palabra Densi», dice Rosa Armengol, la gerente. Densi ha asistido a muchos encuentros como éste. Está en AACIC desde los inicios. Su primer hijo, Josep, nació con una cardiopatía. Ahora tiene diecinueve años, juega al baloncesto y toca el saxofón. Densi está emocionada. Al verle la cara, Rosa añade: «¡A ver qué dirá!…».

Rosa sabe muy bien quién es Densi. Sabe que el año 1995, la fiesta más grande que ha hecho nunca AACIC, fue en Centelles, y la impulsó Densi. Centelles, un pueblo de cerca de siete mil habitantes de la comarca de Osona. Densi toma la palabra: «No me habría imaginado nunca que, como asociación, llegáramos donde hemos llegado», dice. Felicita a todos. En la mesa, las responsables de cada área se miran de reojo con sonrisas de satisfacción que no disimulan. Densi anima a las familias que se han incorporado a AACIC en los últimos años y termina: «Ya está. No tengo nada más que decir”.

Una tarde de junio

Estamos en junio. A primera hora de la tarde, por las calles de Centelles sólo encontramos los trabajadores de la brigada municipal que reparan las aceras. Llamo al timbre de una casa de dos plantas en la parte baja del pueblo, cerca de la piscina. Me abre una señora de complexión redonda, no demasiado alta y con el cabello rubio y rizado. Es Densi, la reconozco. Detrás, una joven delgada que sonríe,  es Maria; no la conocía, pero sé que estudia periodismo. Hacen cara de adormecidas: «Mirábamos la serie de la tele». Me ofrecen un café, pero, me apetece más un vaso de agua.

Josep -el hijo de Densi- no está. “No sé si vendrá, porque hoy toca en Vic, pero tiene que venir, porque el saxo, lo tiene aquí. También juega a básquet». ¡Y tiene una cardiopatía! «Densi, ¿eres bruja?», le pregunto. «Yo no, pero las hermanas de mi marido, sí lo son, y Maria, también». Maria hace una cara de esas que dicen «vaya, qué tontería». La tradición dice que todas las mujeres de Centelles son brujas. «De Centelles, brujas todas ellas», escribe el folclorista Joan Amades en su Costumari Català. Densi me explica que ella no puede ser bruja de ninguna manera porque es hija de Vic, no de Centelles, y la tradición folclórica no dice que las mujeres de Vic sean brujas. Pregunto por la Fiesta del Árbol. He dicho un disparate: «¡Es la Festa del Pi!». Y no de un pino cualquiera. «Piensa que la fiesta comienza el día de San Esteban, el veintiséis de diciembre, y se alarga hasta el treinta».

Me hablan de los «galejadors», la comitiva que, armada con trabucos, elige el pino, lo decoran y cuelgan boca abajo en la iglesia de santa Coloma, la patrona de Centelles. Antiguamente, del pino se colgaban exvotos para pedir salud, fortuna o las dos cosas. Hoy, esto de los exvotos ya no está de moda y engalanan el pino con manzanas y barquillos, aunque los más jóvenes presionan para colgar golosinas, que no hacen tanto Navidad, pero es más moderno. Maria hace cara de decir que esto de las golosinas no es cierto. Densi dice con orgullo que  “Lluis lo es», de galejador. Y añade: «Después, le iremos a ver».

Lluis es el marido de Densi, el padre de Josep, el músico que juega a baloncesto. Y Maria, la periodista. En Centelles, le conoce todo el mundo como el hijo del campanero, y, a Densi, como la campanera, la nuera del hijo del campanero. «¡Espera! -dice-, ya que estás aquí. Rosa me pidió si tenía cosas de AACIC porqué quiere recoger materiales por lo de los quince años de AACIC. Lo tengo arriba. Ven, ven. »

Dos mundos: abajo y arriba

En un rincón del comedor hay una escalera con una barandilla de madera que lleva al piso de arriba. Me fijo en que Densi cojea. De pequeña pasó una poliomielitis. «Es incómodo. No puedo ir deprisa y me canso mucho, así que voy a todas partes en coche». Arriba, es otro mundo. Libros, papeles, cajas, ordenadores. Es su lugar de trabajo. Densi estudió filología catalana a finales de los años setenta. A principios de los ochenta, «con la llegada de la democracia y la recuperación del catalán, a toda mi promoción nos fue fácil encontrar trabajo». Ella trabaja para el Consorci per a la Normalització Lingüística. Recuerda aquella primera campaña de promoción del catalán, «La Norma». De una mesa, coge una caja pequeña y saca unos dientes blancos de plástico con dos pies que caminan cuando se maneja una cuerda. Es el objeto de promoción de la última campaña que tiene por eslogan «Da cuerda al catalán».

Entre «La Norma» y los dientes con cuerda han pasado más de veinte años. «Nuestro trabajo ha cambiado. Hubo una época en que se hacían muchos cursos de catalán para personas que trabajaban en la administración. Hoy, la prioridad son los cursos de adultos, sobre todo para personas que acaban de llegar. Es curioso. A los árabes, con una lengua tan diferente, les resulta muy fácil pronunciar bien el catalán, en cambio, a la gente que viene de América del Sur y que hablan castellano, les cuesta más. También me toca repasar los documentos oficiales que publica el Ayuntamiento». Densi abre un cajón. «Mira, aquí tengo las cosas de AACIC». Empieza a sacar papeles, como si me los tuviera que llevar. Abre otro cajón. Viendo la cantidad de material que hay, le sugiero que lo dejemos para otro día. Densi propone que cojamos el coche, que  me enseñará el pueblo.

¡Fue hermoso!

De camino hacia el centro, pido a Densi que me explique que recuerda del inicio de AACIC. «En 1994 hicimos el primer encuentro en Tordera, en una masía de Nicole Gelabert. Era ahora, en primavera, y nos reunimos cerca de treinta y cinco familias. Allí se decidió poner manos a la obra y hacer algo, y  creamos una asociación». «¿Y lo de la fiesta de 1995? ¿Cómo fue? «, le pregunto. «Yo diría que se juntaron dos hechos: primero, celebramos el segundo encuentro de familias de AACIC, lo único que hice fue animar un poco a la gente de Centelles. Como por mi trabajo tengo relación con el alcalde, conozco el cura y aquí nos conocemos todos, fue fácil, fue bonito. Se hicieron conferencias y actividades todo el día. Sí, fue la primera fiesta en apoyo de los chicos y chicas con problemas de corazón».

«¿Cuál es el otro hecho?». «Ah, sí. Ese año coincidió que TV3 hacía la Maratón a favor de las cardiopatías, aunque en ningún momento se habló de las cardiopatías congénitas. ¡No sabían ni qué eran! El Ayuntamiento de Centelles inscribió la Fiesta de AACIC como acto de la Maratón en apoyo a los niños con problemas de corazón. El dinero que se recogió en la fiesta se llevó directamente al plató de TV3 el mismo día de la Maratón. El alcalde entregó el cheque en nombre del pueblo y de AACIC».

Un récord Guinness

Dejamos el coche tan cerca cómo podemos de la plaza. En una esquina, en un callejón sin salida, está la relojería del de Lluis Valldeneu. Lluis se despide de un cliente y nos mira por encima de unas gafas metálicas de montura dorada. Es aficionado a la papiroflexia. Tiene un récord Guinness por haber hecho el pájaro de papel más pequeño del mundo. El récord anterior era de un japonés. «Nos habíamos escrito algunas cartas, pero desde que le superé su récord, no he recibido más», dice con una risa de pillo.

Lluis se va por una puerta que hay a la izquierda del mostrador. Densi explica que en el año 1992, Lluís quedó tercero en una competición mundial de relojeros. Lluis vuelve con una caja metálica del tamaño de una moneda de dos euros. A través de la tapa transparente, se ve una superficie cuadriculada como si fuera la página de una libreta. Lluis señala un puntito de color rojo en una de las intersecciones y me pregunta: «¿Le ves las alas?». ¡Está de broma! Coge una lupa y dice: «Ahora sí que las verás». Me quito las gafas, me acerco, me la miro bien. Pienso que todavía bromea. ¿Cómo puede ser un jurado capaz de decir que esto es un pájaro? Lluis me comenta que, para verla, usan una lupa más grande. Densi le pide a Lluis la llave de la iglesia. ¡Qué bien! Me enseñaran donde cuelgan el pino y me explicaran de qué va la fiesta. «Lluis es galejador, ¿lo sabías?».

De paseo: el primer helado de la temporada.

Saliendo de la iglesia, vamos hacia el Paseo. Pasamos por el despacho donde trabaja Densi. Entramos un momento, para saludar. Hay un cierto revuelo. Una de las mujeres se ha desmayado. Algo de la presión. Cada uno le da un remedio probado infalible para las bajadas de tensión. Densi me enseña su mesa. Por todas partes, carteles de promoción, folletos de promoción. «Mira qué montón de postales». De promoción. «¡Sí que se hace promoción!».

Saliendo del despacho continuamos hacia el Paseo atravesando la portada del siglo XVI donde está el escudo de los condes de Centelles. Nos hacemos una foto. Nos sentamos en una terraza del Paseo. Nos hacemos otra foto. Densi me dice que las farolas son del arquitecto Joaquim Raspall y me pone al corriente de otros centellenses ilustres: Ildefons Cerdà, de la masía de Cal Cerdà de la Gorga, que planificó el Ensanche de Barcelona, o Pere Barnils, que desarrolló el lenguaje para sordos en catalán. Una joven de la edad de Maria nos pregunta que queremos tomar. «Un helado. ¿Tienes de vainilla con chocolate y almendras? Tres, por favor». Es el primer helado que tomamos esta temporada.

Entre bocado y bocado de crocante insinúo, a Maria, que habiendo estudiado periodismo quizás estaría interesada en escribir para el boletín y, por qué no, hacerse cargo. «Tenemos que incluir más variedad al formato, en los contenidos, que no todo sean entrevistas. Estamos pensando en introducir columnas fijas de opinión. En el diseño también se está trabajando, y el aspecto lingüístico. Demasiado textos arriba y abajo a última hora”. Maria va diciendo que sí. Ha hecho alguna colaboración para el boletín, pero no parece que tenga interés en ponerse manos a la obra. Densi me mira y, de repente, me pregunta: «Pero, a ver, ¿tú que has venido a hacer aquí?». Buena pregunta. No lo sé. Hacer turismo o conocer un poco mejor aquella socia de AACIC que, en el último encuentro de la asociación, pidió la palabra para decir: «No me habría imaginado que llegáramos donde hemos llegado». Y he encontrado una mujer corriente. Eso sí, capaz de hacer cosas excepcionales. ¡A ver si se me contagia algo!

 

Gep Cassoles