Y se preguntan: ¿Cómo puede ser que personas que tienen tantas dificultades en su día a día puedan ser felices?
La respuesta podría ser que hay personas con discapacidad, y no todas, igual que personas sin una aparente problemática, que saben vivir y disfrutar de las pequeñas cosas que les lleva la vida.
¿Y cómo se hace esto?
Muchas veces esta actitud positiva es parte del carácter, pero en la mayoría de los casos es algo aprendido. Se trata de vivir el ahora y el aquí y valorar las pequeñas cosas que llegan y no olvidarnos de ellas perdidos en la busca de una felicidad absoluta que no llegará nunca.
La filosofía de vivir la aquí y la ahora es antigua, pero últimamente parece que ha vuelto a ponerse de moda y la práctica del mindfulness gana adeptos por instantes.
Más allá de las modas, hay varios estudios que avalan científicamente los beneficios de esta práctica: mejora la salud física y mental, reduce el estrés y la ansiedad, reduce el dolor crónico, etc.
Vivir el aquí y el ahora quiere decir poner el foco en aquello que estamos haciendo en el momento que lo hacemos y prescindiendo de todo el resto, focalizarnos en el momento presente, olvidando el pasado y el futuro, y esto nos ayuda de varias maneras: para un profesional, es la forma de concentrarse a hacer su trabajo de la manera más eficaz y correcta posible; para una madre o padre, significa dar la atención a su criatura como si no hubiera nada más en el mundo; para una amiga, significa mirar a los ojos a la persona que le está explicando alguna preocupación, dándole presencia.
Esta manera de vivir parece fantástica para las personas en general, pero, para las personas con discapacidad, también les tiene que aportar beneficios, ¿verdad?
Tener una discapacidad que te limita genera una gran ansiedad y estrés; las trabas del nuestro entorno nos pueden hacer perder la paciencia y generar sentimientos de impotencia que nos lleven a la depresión; el dolor físico con el que tenemos que bregar cada día nos puede llegar a abrumar y a imposibilitar de hacer vida normal; y un largo etcétera.
Viendo personas con discapacidad que se muestran felices y disfrutan de la vida surge la pregunta: ¿es que su discapacidad es menos intensa e incapacitante que otra? ¿O es la actitud con que se lo toman la que marca la diferencia?
He escuchado a menudo que la felicidad es una actitud, es disfrutar de los pequeños momentos de la vida, se trata de ir haciendo pequeñas cosas que al final harán un gran que. Como ir poniendo granitos de arena que al final formarán una duna. Dicen que un elefante te lo comes pedazo a pedazo, ¿verdad?
Si no sabemos cómo hacerlo, podemos probar lo que dice un amigo mío: «Di que sí a las pequeñas cosas: cuando alguien te pide algo fácil de cumplir como quedamos para hacer un café, ven a jugar conmigo, mama…; sonríe que el día es bonito; o envía un ‘mensajito’ a aquel amigo del que parece que te has alejado últimamente…»
Si dedicamos nuestra energía y amor, si nos enfocamos en el momento ahora y aquí, no sé si podremos decir que somos felices, pero sí que hemos puesto toda nuestra energía a hacerlo posible y esto ya cuenta! ¿Lo probamos?
PD. Vivir el aquí y el ahora también implica reivindicar los derechos de una forma asertiva y creando red. Esta tenacidad reivindicativa también se tiene que vivir y aporta felicidad, pero sin dejar de disfrutar del resto de momentos. Nos entendemos, ¿verdad?
Esther Jolonch Olaortua
Vicepresidenta de COCEMFE Catalunya y directora de la Fundació Catalana per a la Paràlisi Cerebral
Este artículo forma parte de la Revista 28 de la Asociación de Cardiopatías Congénitas (AACIC) y de la Fundación CorAvant, dedicada a la importancia de vivir el presente.