Editorial

Las decisiones cotidianas

La vida nos fuerza a decidir. Cada día nos encontramos en cruces de caminos donde nos vemos obligados a tirar hacia un lado u otro. Afortunadamente, porque con los retos que el azar nos depara tenemos la posibilidad no sólo de darnos cuenta de que estamos vivos, sino de gobernar nuestro rumbo.

La facultad de trazar el propio destino es una consecución moderna. En tiempos de la Ilustración, Denis Diderot en Jacques, le fataliste -novela que os recomiendo, entusiasta- hizo una exposición aleccionadora, útil y divertida. Ya me diréis si la lectura no vale la pena. Pero sobre el que quisiera insistir hoy tiene que ver con el carácter de las decisiones cotidianas menores. El día a día, rodeado o envuelto de rutina, no siempre nos plantea desafíos importantes. La inercia nos domina. Nos sorprendería la cantidad de situaciones que resolvemos maquinalmente. Muy probablemente porque son pequeños problemas. Y un pequeño problema no es un problema, porque el solo hecho de atribuir insignificancia es una manera de proyectar su capacidad de resolución. A menudo pensamos que tomamos una decisión y simplemente nos dejamos llevar por el instinto. Tal vez, porque o bien repetimos una respuesta a una situación similar, o bien copiamos lo que hacen los demás, o bien no podemos reprimir un determinado prejuicio inconfesable, o bien nos vierte una preferencia inexplicable. Sea como sea, no está nada mal soltarse y abandonarse a corrientes del instinto, entre otras cosas porque nos permite descansar de llevar el timón de la propia barca. Como si pusiéramos el automático. Así pues, os propongo volver a hacer de patrón o, cuando menos, de timonel de vuestro día a día. Y consiste simplemente en hacer un cambio de chip con respecto de una costumbre que tengáis bien arraigada. Fijaros si es sencillo. ¿Leéis siempre el mismo diario? Hoy, leed otro. ¿Acompañáis el bistec con patatas? Hoy, haced que sea con alcachofas, que es el tiempo. ¿Los vecinos de escalera os ignoran? Se el primero en desear buenos días. ¿Os anticipáis a lo que dirá vuestro interlocutor? Esperad a que termine de decir la suya, por una vez. Sólo un reto por día. Si tenéis éxito podréis afrontar otros más importantes. Navegad por el puerto, de momento, y entrenaros de cara a los conflictos de verdad, que son en alta mar, más allá de la bocana.

 

Jaume Comas
Fundación CorAvant