Actualidad y experiencias

Una historia de Cors Valents

La Gemma Poca, enfermera voluntaria en varios campos de refugiados, nos explica una bonita y entrañable historia de la realidad de los niños y niñas que viven en los campamentos de Grecia.

Los trenes procedentes de Atenas dirección Skòpia, hacía semanas que habían dejado de circular. Las vías del último tramo, justo antes de la frontera, se habían convertido en los hogares improvisados de miles de familias que huían del terror de la guerra. Una intersección de circunstancias les había parado en este momento de la historia, y en aquel lugar.

Fue allá, sentada sobre las vías férreas, donde conocí a Razzan. Llegó corriendo con la mano derecha cogida a una cadenita que le colgaba del cuello, medio soplando, los mofletes rojos.. y una sonrisa encantadora. Los padres habían enviado un primo a buscarla. Habían intuido que aquella inesperada visita que habían recibido era buena para ellos. Me había presentado como enfermera y voluntaria de la Asociación Catalana de Cardiopatía Congénita. Como para cualquier padre o madre de un niño con el corazón “tocado”, estas palabras a los padres de la Razzan les sonaron muy bien.

Enseguida nos hicieron sentar en su modesta “casa”. Una tienda situada en medio de las vías, formando calles con otras tiendas y estas calles pequeñas barrios. Pequeñas zonas seguras de vecinos.

Rosa Armengol me había encargado encontrar TODOS los niños y niñas con cardiopatía congénita del campo de refugiados de Idomeni y, ya puestos, los de los campos cercanos, y por qué no a todos los niños refugiados llegados a Grecia. ¡Qué tarea más ingente! ¿Sería capaz de hacer esto? ¿Tendría el ingenio para hacerlo? Rosa sabía muy bien que esto era un imposible!

Fue más tarde, sentada con las familias, todas ellas con el mismo denominador común, (padres y madres de niños con cardiopatía congénita), que entendí la misión.

La angustia de los padres, la mirada tierna hacia sus niños, los estrujados ecocardios salvaguardados a toda costa durante la peligrosa travesía por el mar… Este Mare Nostrum lleno de políticas vergonzosas… La compresión de la cruda realidad de niños con mucha patología malviviendo en campos de refugiados, las imprescindibles intervenciones quirúrgicas rotas a golpe de bombas… Ciertamente, Rosa, no nos podíamos dejar ningún niño.

Razzan había sido operada en Siria, pero los dos últimos años la guerra había asustado su cardiólogo y malogrado el sistema sanitario. Hacía dos años que no recibía ningún control médico y los síntomas habían aparecido de nuevo. Ligeros, pero presentes. Sin hospital ni cardiólogo a la vista. Ella fue nuestro primer caso de cardiopatía congénita documentado en los campos de refugiados de Grecia entre abril y agosto del 2016. La familia sabía que la asociación era catalana y por lo tanto que los documentos irían a España.

A finales de mayo del 2016 con el desalojo del campo de refugiados de Idomeni perdimos el contacto con la familia. Su caso fue valorado por los cardiólogos de Vall d’Hebron después que la asociación recibiera los documentos. Así como todos los casos que fuimos encontrando y documentando: el pequeño Samu, la bonita Amina… Samu después de una larga y peligrosa espera, fue intervenido en Alemania de cuatro lesiones, en junio del 2017. Vosotros sabéis mejor que yo lo que esto significa.

Pero amigos, ¡la vida es un pañuelo! Veréis por qué os lo digo.

En mayo del 2017 Ali, un amigo sirio, me pidió de acompañarlo a visitar dos familias sirias que habían llegado a Tarragona desde Grecia a través del programa de reubicación. Hacía muy poco y una visita de un compatriota les vendría muy bien. ¿Podéis adivinar con quien me encontré? ¡Sí, muy bien! ¡Os podéis imaginar la alegría que sentí cuando vi la Razzan y su familia!

“Rosa, Rosa, ¿a que no sabes en casa de quien estoy?”

A partir de aquí ya no hace falta que os explique más. Razzan ahora forma parte de la pandilla de Cors Valents (corazones valientes), y ya sabéis lo que esto significa. Ya ha sido intervenida de nuevo y sus padres, ahora, también ríen de nuevo.

 

Gemma Poca

 

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