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«Siempre he tenido muchas dudas sobre si merece la pena sufrir tanto para poder vivir, pero de momento todavía soy aquí»

Descubre la historia de Isabel.

Nací en una clínica de Manresa el 17 de agosto de 1955. Según tengo entendido, tendría que haber nacido antes y, finalmente, el médico provocó el parto y me sacó con fórceps. Pocas horas después empecé a tener dificultades para respirar y ya me diagnosticaron la dolencia.

Mis padres vivían en Organyà y el médico del pueblo era cardiólogo, siempre he pensado que gracias a él estoy viva.

Mis padres, mi hermana y yo lo pasamos muy mal, pero yo tenía muchas ganas de vivir y salí viva de todos los sustos que tuvimos. Con dos años me quisieron operar en la Creu Roja de Barcelona, pero tuve una urticaria y el médico lo dejó hasta los seis años, cosa que siempre he agradecido porque así recuerdo la experiencia (no podía mover el brazo izquierdo porque me hacía daño la herida).

Como negativo recuerdo que cuando volví a la escuela, unas amigas me dijeron que ya no lo eran porque había faltado muchos días a clase. ¡Qué decepción tan grande! El siguiente curso cambié de escuela, como ya estaba previsto, iría con mi hermana. No recuerdo ningún problema fuera de los normales, tenía dificultad con alguna comida. Con ocho años, en un accidente de coche perdí el padre y eso sí que fue un desastre insuperable. Mi vida cambió por completo y también la de mi madre y hermana.

Iba creciendo, yo era algo más infantil que las otras niñas, me costaba estudiar. Casi con doce años se acercaba la segunda operación, no sabía nada, me dijeron que me operaban de las amígdalas, y lo agradezco, porque si yo lo hubiera tenido que decidir o saberlo, me habría muerto del susto. Lo afrontaron mi madre y mi hermana que tenía cinco años más que yo. De esta también salí. Esta vez me quedé muy traumatizada por la cicatriz pectoral, todavía ahora me molesta y no la sé ver como una señal de vida.

Siempre he tenido muchas dudas sobre si merece la pena sufrir tanto para poder vivir, pero de momento todavía soy aquí. Teniendo en cuenta mi edad, considero que fui un «conejo de indias», en todo momento, no había atención psicológica ni se lo esperaba en aquellos tiempos y me la busqué estudiando psicología muchos años después.

 

Isabel Catalán Morera