Actualidad y experiencias

«Nada ni nadie me va a parar»

Conoce la historia de Oscar, un chico de 21 años fuerte, valiente y con mucho empuje que nació con una cardiopatía congénita.

Me llamo Oscar Rodríguez, tengo 21 años y vivo en Sants-Montjuïc, Barcelona. Soy estudiante de Maestro de Educación Física y Psicología, y me dedico al mundo del ocio desde los 18 años. Me han operado dos veces de una cardiopatía congénita en el Hospital Vall d’Hebron.

Todo empieza un 5 de enero del año 1996, cuando a las ocho menos cuarto de la mañana nací en la Clínica del Remei después de haber disfrutado de una buena noche previa a la noche de Reyes en el vientre de mi madre. Lo que no sabía mi familia era que su hijo nacería con cianosis generalizada (labios y dedos de color lila-azul entre otros) y soplo cardíaco. Sospecha que se confirmaría en las siguientes horas: Cardiopatía congénita; estenosis valvular pulmonar, hipoplasia tricúspide, hipertrofia VD, etc.

Me trasladaron directamente al Hospital Vall d’Hebron con mi abuelo y mi padre en ambulancia (mi madre se tuvo que quedar en el hospital ya que todo era muy reciente).
Aún me explican cómo se sentía mi hermano que tenía 3 años, el cual estaba impaciente por conocer su esperado «regalo de Reyes»; pero habría que esperar unas semanas más.
Al cabo de 5 días me operaron mediante una valvulotomia y apareció aquella marca que nunca más me separaría de ella, la cicatriz en el pecho. Tengo que reconocer que me gusta muchísimo, ya que es parte de mi identidad y verla cada día es un incentivo motivacional de seguir adelante luchando por lo que quiero.

Una vez explicada la primera operación cuando tenía cinco días de vida, hay que decir que me siento afortunado de haber podido hacer de todo durante toda mi vida, siempre teniendo en cuenta no realizar sobreesfuerzos. He jugado al fútbol durante más de 15 años, he ido de vacaciones, he hecho Educación Física en la escuela, he ido de ruta y de colonias, parques de atracciones, etc. Eso sí, cada año haciendo la revisión al cardiólogo para saber cómo me encontraba, hasta que llegó el día que me confirmaron que me habían de volver a operar a los 21 años.

Ya sabía que algún día me tenían que volver a operar para ponerme una válvula biológica, ya que vivir como había vivido hasta entonces, a la larga no era bueno; pero hasta que no te lo confirman no te lo acabas de creer. Lo ves muy lejano. Pero finalmente llega el día y te invade el miedo.

Después de meses de espera con pruebas arriba y abajo, llegó el 21 de Junio ​​del 2017. De repente me encuentro dentro del quirófano, donde el anestesista me pregunta cómo me encuentro. Lo siguiente que recuerdo es ver entrar a mi madre 13 horas más tarde en la UCI. Con ella, el Dr. Sureda me comenta que la operación ha ido muy bien; han podido sustituir la válvula pulmonar por bioprótesis, me han «arreglado» la válvula tricúspide con un anillo y han cerrado el FOP (pequeño agujero).

La primera semana después de la operación fue la parte más dura. Tuve «suerte» ya que a las 24 horas me bajaron a planta donde el ambiente es otro y puedes estar más tiempo con la familia y amigos.

Durante estos primeros días la sensación era indescriptible; no tienes fuerza, no tienes hambre, tienes sueño pero no duermes, estás conectado a mil y un cables, todo duele y molesta, etc. Sin embargo, qué privilegio tuve con los trabajadores y compañeros de planta; al fin y al cabo, era como estar de colonias. Que si ahora pastilla, ahora toca «paseíto», soplar bolas, «cotilleos», visitas, desayunos, comidas, cenas, hora de la ducha, pruebas y pruebas, más pastillas, etc. Un cotidiano perfecto, ¡no se les escapa ni una!

Al cabo de una semana ya volví a casa, donde poco a poco me he ido recuperando del dolor. Es difícil no frustrarse durante los primeros meses, ya que la sensación que tienes es estar atrapado dentro del cuerpo de una persona anciana. Sin embargo, cada día encuentras una mejora que te anima a seguir, hasta que llega el día en que puedes empezar a hacer vida normal.

A día 20 de septiembre, tres meses después de la segunda operación, sólo me quedan 10 días de tomar Sintrom (para diluir la sangre y evitar una trombosis), lo que significa que se acaban los controles semanales. Tocará seguir con las revisiones anuales a la Dra. Pijuán (cardióloga) y cuando vuelva a tocar, encarar la siguiente operación cuando la válvula que tengo ahora ya empiece a fallar (al ser biológica «caduca» y hay que ir cambiando los 10-15 años).

Finalmente, no me cansaré de agradecer el apoyo de toda la gente que me ha ayudado siempre y no se ha separado nunca de mi lado. Es una lucha que no se puede entregar solo, y he tenido suerte de tener gente imprescindible luchando conmigo. Gracias auxiliares, enfermeros y enfermeras, médicos y médicas, entrenadores, maestros y profesores/as, compañeros de habitación y planta, aquellos/as que seguís luchando, compañeros/as de clase y de fútbol, ​​monitores/as, amigos y amigas considerados familia, tíos y tías, primos y primas, abuela, mama, papa, Marc y Andrea.

Nada ni nadie me va a parar.

 

Oscar